Con quién mejor que contigo mism@…
El mundo occidental está experimentando una epidemia de soledad crónica. En un planeta súper poblado e híperconectado, una de cada cuatro personas afirma sentirse sola de forma constante o durante largos periodos de tiempo. Y ni las redes sociales, ni la televisión a la carta, ni la inmensa oferta de productos, servicios e información de Internet tienen la capacidad de evitarlo.
Hay casos obvios como el niño que se cambia de colegio o de ciudad, el anciano viudo sin parientes o la ejecutiva demasiado ocupada con su carrera profesional para mantener buenas relaciones con su familia y amigos. Sin embargo, también está la señora casada y con hijos que se siente ignorada por los suyos, el dueño del bar que trabaja toda la jornada para sacar a su familia adelante o la funcionaria que atiende de cara al cliente decenas de reclamaciones de personas frustradas.
Hoy en día tenemos más opciones que nunca de conectar con otros, de realizar todo tipo de actividades en grupo y de conocer gente con aficiones similares a las nuestras ¿dónde está el problema entonces? Cómo suele ser habitual, en nuestro interior. La soledad es como la humedad, te va calando poco a poco y no importa lo bien abrigado que vayas, si te quedas inmóvil, si no actúas pronto, antes de lo que piensas ya es tarde.
La soledad crónica produce aislamiento, las personas que la sufren cada vez se sienten más solas y acaban retrayéndose sobre sí mismas, lo cual les parece mejor opción que el rechazo, la vergüenza o la traición de terceros. También conlleva problemas de salud como un mayor nivel de cortisol en sangre (la principal hormona del estrés) y todas sus consecuencias asociadas; mayor nivel de tensión física, sistema inmune debilitado, microdespertares durante el sueño, agotamiento, tristeza, irritabilidad, depresión, etc.
Los expertos recomiendan mejorar la calidad de las relaciones con otros, pero eso es complejo de asumir para el que se siente atrapado dentro de sí mismo, de una situación o de circunstancias a las que no encuentra salida. En el universo de las relaciones humanas hay para todos los gustos, hay quien las tiene a montones y quien no las encuentra por mucho que busca. Y las dos principales razones son, las creencias limitantes y el miedo al rechazo acumulado tras varias situaciones pasadas no resueltas.
La mejor forma de afrontar la soledad es mejorar la relación que tenemos con nosotros mismos. Si tú te gustas, si sientes orgullo de lo que eres o de lo que haces, es mucho más probable que también le gustes a otros. El conflicto es que tenemos demasiado miedo a profundizar en nosotros, a volver a enfrentarnos al dolor que nos provocaron aquellas situaciones del pasado, cuando en realidad, sólo son historias que mantenemos por soberbia o victimismo, aunque no nos demos cuenta.
Desde Emoconciencia abogamos por el autoconocimiento y la expresión emocional de todo aquello que nos duele y atormenta. Nos cuesta reconocer que necesitamos ayuda, porque la primera persona con la que nos da miedo hablar es con nosotros mismos. Para conocerse hace falta humildad y, para sentirla, a veces hay que tocar fondo o tocar a la puerta de alguien que nos pueda ayudar. Cómo decía el maestro Osho: “Si no puedes disfrutar de tu propia compañía ¿quién más va a disfrutar de ella?”
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia
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