¡Respira! Es lo que les contesto a las personas que me preguntan sobre cómo meditar. Es fácil, focalízate en cualquier cosa que sólo habite en el momento presente; tu respiración o tu ritmo cardíaco son dos buenos ejemplos para ello. Empezar con la respiración es lo más sencillo, percíbela sin pensar en nada más, y ya estas meditando.
Independientemente del tipo de práctica que inicias, al principio, puede que sientas que te cuesta un poco; si te pierdes en tus pensamientos,vuelve amablemente a tu foco de atención; como si este fuera el único refugio que te protege de la tormenta que, a diario, se produce en tu mente.
Con la práctica diaria, primero unos cinco minutos al día y luego, poco a poco, subiendo el tiempo hasta los veinte, habrás empezado a realizar uno de los hábitos que más beneficios puede llevar a tu vida. Meditar en la compasión del corazón puede ser algo más complejo pero, con el tiempo, lograrás resultados excepcionales.
Una vez le preguntaron a Buda: “¿qué has ganado con la meditación? y este respondió: “Nada, sin embargo, te diré lo que he perdido: Ira, ansiedad, depresión, inseguridad y miedo a la vejez y a la muerte”.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia