El estado preferido del ego es el deseo, porque más allá de lo que busque, aún no lo posee, lo que te genera ansiedad; porque tiene que imaginarlo en el futuro, fuera del presente, lo que te lleva a la inquietud; o porque sabe que otros ya lo tienen, o lo que es peor, se lo inventa, lo que desata la envidia, que no es otra cosa que tu propio enojo proyectado hacia los demás.
Lo bueno es que, previamente a cualquier deseo, aparece una sensación de ansia o carencia, la cual se puede enmascarar como tristeza, soledad o vacío… Y la puedes reconocer fácilmente en ti y en otros a través de algunos comportamientos como: beber o comer compulsivamente, morderse las uñas, fumar, ponerse a trastear el móvil sin que haya sonado, etc.
Y es justo en el momento en el que iniciamos este tipo comportamientos, donde tienes la opción de evitar el sufrimiento posterior a cualquier deseo. Porque cuando tomas conciencia de alguno, dispones de unos pocos segundos de libertad para hacer algo distinto; en eso consiste tu libre albedrío, en la decisión de empezar a actuar diferente para romper con el hábito.
“Del deseo surge el dolor y el miedo. Para el que está libre de deseo ni hay dolor ni mucho menos miedo.” Buda Gautama
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia