Aprovechando el San Valentín del pasado fin de semana, quería aprovechar el texto de hoy para dedicárselo a los que tienen el corazón roto, a los que dejaron de creer en el Amor, o a los que aún no se han dado cuenta de que, en realidad, sólo están cansados de la forma que tienen de percibir a sus parejas. Dicen que la mentira tiene muchas caras, pero si eso es cierto, entonces la verdad también las tiene. Al fin y al cabo, lo que nos decimos a nosotros mismos y a los demás, son sólo distintos puntos de vista.
Nadie externo a ti te rompe el corazón, sólo son las cicatrices que dejan los cristales de tus suposiciones rotas al estallar en mil pedazos. Los “deberían ser” o expectativas que asignamos a las personas de nuestro entorno, especialmente a nuestras parejas, amistades íntimas y familiares cercanos. No es que hayas dejado de creer en el Amor, es que tienes miedo de que te vuelvan a hacer daño o, lo que es peor, nunca te enseñaron a sentirlo.
A todos vosotros, deciros que podéis estar tranquilos, al resto también nos ha pasado. Todos tenemos al menos una historia que contar sobre el dolor que sentimos cuando nos ocurrió lo contrario de lo que creíamos correcto o justo, ese pensamiento justificado que nos anima a seguir huyendo de lo único que hace que la vida merezca la alegría de vivirla, el Amor.
Y para los que están hartos de sus parejas, os propongo dos opciones, daros cuenta de que vivís en el automatismo de mil situaciones no perdonadas, en cuyo caso es mejor probar suerte en otra plaza; o practicar el volver a actuar como si vuestra relación acabara de empezar. Recordando al maestro Jorge Carvajal, “Hacer como si…”, como si tuvieras el mismo entusiasmo que el primer día, la energía que te permitía pasar las noches en vela hablando con ella, o sentir de nuevo la ilusión de pasar una vida entera a su lado. Tú eliges, aunque a mi me gusta mucho más la segunda opción…
“Es verdad que nunca terminas de conocer a una persona, pero eso es porque nunca terminamos de conocernos a nosotros mismos.”
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia