Cuantas miradas perdidas hay en el mundo, cuantos recuerdos dolorosos y duelos no resueltos, cuantas relaciones familiares y de pareja rotas, secretos inconfesables, culpas y vergüenzas. Son esas cosas que ocultamos en nuestro particular trastero del olvido, y que jamás solucionamos, las que acaban transformándose en el origen de todas las enfermedades.
Pero cuando observo todo ese dolor y sufrimiento, es el momento de tomar decisiones, empatizar o simpatizar, comprender o inmiscuirse, ser parte de la solución o ser parte del problema. Yo elijo empatizar, comprender y estar en la orilla de las soluciones. Así, ayudo a las personas que me lo piden, en el tiempo y forma que ellas mismas se van permitiendo.
Y es que ser terapeuta, es uno de los trabajos más bonitos del mundo, y también de los más exigentes. Por eso necesitamos ser muchos más, más de los que ayudamos al resto, más de los que animamos y damos ejemplo, más de los que tendemos nuestra mano a otros. Y para eso, no hace falta terapeuta, basta con ser amigo, padre, hermano o, simplemente, Ser.
Aprovecha siempre la oportunidad de ayudar a otros, su alivio, será tu satisfacción… Y así, todos salimos ganando.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia