La razón del fracaso de muchas buenas intenciones…
¿Quién quiere ser feliz? Esta es una pregunta que realizo en algunas de mis conferencias y talleres. Y como es normal, casi todos los asistentes levantan la mano. Pero ¿qué es la felicidad? Para hablar del mismo concepto, vamos a definirla como una sensación subjetiva de satisfacción hacia nosotros mismos y la vida en general. La felicidad habita en la gente positiva, aquellas donde los problemas diarios se perciben como situaciones por resolver, en lugar de como gasolina para pensamientos repetitivos.
Numerosos estudios sostienen que entre el 90% y el 95% de nuestros pensamientos diarios son los mismos o muy similares a los del día anterior. Además, de este porcentaje tan alto, de media alrededor del 70% son pensamientos que nos hacen sentir mal, que nos inquietan o producen síntomas desagradables. Con estos datos, si es que aún tenías dudas, te será más fácil entender que lo normal es que todos queramos realizar los cambios necesarios para sentirnos mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno.
En mi caso personal, la sensación de felicidad comenzó al eliminar dos creencias limitantes muy básicas, que además están conectadas, y quizá sea por su extrema simplicidad que a mucha gente se le escapan. La primera es la falsa creencia de que existe una gran diferencia entre querer sentirse feliz y estarlo. Objetivamente, la percepción de felicidad está relacionada con aquello que pensamos a cada momento. Y obviamente, si mi hábito mental es enfocarme en todo lo que me hace sentir mal, va a ser muy complejo conseguirlo.
Sin embargo, si de forma consciente me enfoco en aquellas cosas que ya tengo o que me gustaría tener, lo más normal es que nos sintamos mucho más satisfechos y agradecidos. En este punto, es donde la mayor parte de las personas se quedan atascadas, y es que casi nadie está dispuesto a llevar a cabo la pequeña acción de memorizar unas pocas frases, que les conecten con la gratitud del presente y la motivación por el futuro.
La segunda creencia limitante está relacionada con la idea de que es nuestra mente la que nos enfoca en las situaciones desagradables, y no nosotros. Sin embargo, la realidad tras esta creencia es el temor a hacernos responsables de nosotros mismos, cuando tan sólo se trata de realizar pequeños cambios en nuestra estructura de pensamiento. Entonces, cuando digo “Quiero ser feliz…”, lo único que tengo que hacer, es tomar la determinación de pensar ligeramente distinto. Es mucho más fácil hacerlo, que decirlo…
Hay una conocida frase de Buda que ilustra muy bien y con pocas palabras todo lo descrito anteriormente, y es: “No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino…”. Primero enfócate en lo bueno que ya tienes, eso te hará sentir mejor inmediatamente. A continuación, imagina algunas de las cosas que puedes conseguir en breves espacios de tiempo, y cómo te vas a sentir cuando las hayas obtenido. Modifica tu pensamiento común con estas ideas y sensaciones, y trata de mantenerlas el mayor tiempo posible rondando en tu cabeza. De esta forma, es muy complejo que te conectes con lo desagradable, y en tan sólo dos o tres semanas, notarás los cambios…
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Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia