Si me preguntáis cuales son los conflictos más importantes a trabajar, más allá de la relación que tengáis con vosotros mismos, probablemente os responderé con un cuento que a mi me encanta. Y como imagino que tendréis interés en conocerlo, con permiso lo voy a contar:
“Érase un aprendiz de monje Zen, que tras largos años de estudio y meditación en el templo, le dijo a su maestro que ya creía estar listo para su próximo destino, allá donde su mentor decidiera enviarle. Entonces este le dijo, –Sí, has mejorado mucho en los últimos años y creo que ya estás preparado, pero te voy a poner una última prueba para que tú mismo confirmes si tu proceso como alumno ya se ha completado; y para ello, pasarás los próximos treinta días viviendo con tus padres.– Tres semanas más tarde, el aprendiz volvió al templo, y sin cruzar palabra con el maestro, se sentó junto al lago a seguir meditando…”
Y es que las relaciones de familia son el mejor indicador de nuestra estabilidad emocional. Si estás en conflicto con un miembro de tu familia, especialmente con padres o cuidadores, es el comportamiento que aprendiste de ellos el que se está reflejando. Si es con tus hijos, es el que ellos copiaron de ti el que está dando la cara, y por eso unos y otros nos hacen perder la paciencia con tanta facilidad…
Tener hijos y observar como actúan es una de las formas más sencillas de estudiar nuestra propia sombra proyectada y aumentada. Por eso se acostumbra a decir que los niños son nuestros mejores maestros, porque más allá de sus curiosas ocurrencias y comportamientos, nos están mostrando lo mejor y peor de nosotros, lo cual siempre es un gran espejo en el que mirarse y seguir aprendiendo…
“No hay que irse muy lejos, gran parte de los importantes aprendizajes que precisamos vienen de nuestra propia familia…”
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia