Dejar de buscar donde nunca jamás la vas a encontrar…
En ocasiones me vienen a la cabeza los recuerdos de mis primeros años en el mundo del crecimiento personal, la inteligencia emocional y, cómo no, mis prisas por sentirme feliz. En aquellos tiempos, inicié una incesante búsqueda de la felicidad que, gracias a Dios, ya se terminó; no porque en la actualidad haya logrado estar feliz siempre, sino porque ahora he dejado de buscar dónde nunca jamás la iba a encontrar.
Aunque oculta tras una estantería, aún continúa en la pared de mi oficina la pegatina con la conocida frase de Buda: “No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.” Cuánto tiempo me habría ahorrado si hubiese entendido esta frase desde el momento en que la compré y pegué en la pared. Y es que a menudo nos rodeamos de frases que nos encantan, que nos llaman la atención como si supiéramos lo que realmente significan, pero que no cambian nada de nuestra vida, y es que los que tenemos que cambiar somos nosotros.
Hoy me gustaría decirte lo que, para mí, significa estar feliz. Y si te das cuenta, digo “estar” y no “sentirse” feliz. Este matiz es importante, ya que mi recomendación es que dejes de pensar en la felicidad como una meta u objetivo, que dejes de creer que la encontrarás al final de un camino, al cruzar una meta o al obtener aquello en lo que llevas tanto tiempo trabajando, porque esto no es felicidad. La felicidad no es algo que se pueda conseguir al lograr completar una serie de pasos específicos.
La felicidad es un estado, sí, tal y como te lo digo, es una forma de estar, una manera de caminar, una reacción en cadena que se inicia cuando sientes Amor y Paz. Los sentimientos base para estar feliz son la tranquilidad, la humildad y la confianza; y si habláramos de sensaciones o percepciones, te diría que bienestar y cariño por lo que ando haciendo en ese momento. Por lo tanto, no es el principio ni el final de nada, es tan sólo un estado en el que moverte, trabajar o, simplemente, pensar.
Puedes caminar deprisa o correr; cargar con pesadas responsabilidades y con fechas límite; soportar temperaturas extremas y dolores crónicos y, aún así, estar feliz; solo tienes que respirar y pensar en una sola cosa cada vez, enfocarte en un objetivo con sentido, con criterio y respetando tus propios tiempos y valores. Si lo haces, las prisas y el nerviosismo se desvanecen, el polvo se asienta y la vida fluye.
Cuando lo has conseguido una vez, es tan fácil como leer la frase de Buda. Dejar de buscar lo que no se puede encontrar, lo cual nos genera inquietud y planificar en qué dirección vamos a caminar felices. No importa el resultado o si nos estamos equivocando de meta u objetivo, siempre habrá nuevas oportunidades, en un sentido y en otro. Y lo sé porque cuando llevas tranquilo un rato, empiezas a entenderlo todo, por ejemplo, lo fácil que es vivir caminando despreocupado como un niño.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia