¿Cuántas veces has decidido cambiar algo en tu vida? Y ¿Cuántas veces lo has logrado? Todos tenemos una idea bastante aproximada de lo que nos hace sentir bien, de los hábitos saludables que nos permiten mantener un nivel alto de energía, y con los que nos sentimos mucho mejor al comenzar a practicarlos. Y al mismo tiempo, sabemos de la importancia que tiene ser disciplinado y constante en el día a día para lograrlo…
Cuando tomamos una decisión, lo hacemos en función de distintos factores psicológicos y emocionales, que nos invitan a cambiar algo para un propósito específico. Es cierto que, en algunas ocasiones, y visto desde fuera, algunas decisiones no son las más acertadas; y sin embargo, desde la percepción interna que tenemos en el momento de tomarlas, creemos acertar en el pronóstico de los resultados que vamos a obtener. Es un proceso que forma parte de la vida y del aprendizaje en general, y por el cual hay que evitar castigarse o sentirse culpable. Estamos aprendiendo, y tenemos todo el derecho a equivocarnos.
En otras ocasiones tomamos decisiones acertadas, cuyas consecuencias nos harán sentir muy bien, y sin embargo, nos da la sensación de que no tenemos la capacidad para mantenerlas a lo largo del tiempo, lo que suele ser el inicio de muchas de nuestras frustraciones. Pues bien, desde aquí, te quiero transmitir algo importante, las únicas excusas o justificaciones válidas para no lograr mantenerte firme en tu decisión saludable, son las que implican una limitación física. ¿Sabes qué porcentaje implican? Menos del 3%
Y ahí te va, la verdadera razón por la que no mantenemos los compromisos que mejoran nuestra salud, nivel de energía o felicidad es… nuestra “otra opinión”. Y aquí tendríamos mucho de que hablar, pero en esencia nos referimos a todas aquellas implicaciones emocionales que nos hacen pensar de forma incoherente. Dicho de otro modo, tenemos otra opinión interior, basada en conflictos emocionales no resueltos, y a la que a menudo hacemos caso, a pesar de que ello nos suponga un malestar inmediato.
¿Quieres soluciones? Cómo solemos decir en nuestro cursos y talleres, la clave de todo está en la “Conciencia Emocional”, base de la “Inteligencia Emocional” y de cualquier estado de felicidad actual o futuro. Y para quien no esté muy puesto en estos conceptos, la conciencia emocional tiene 4 fases: Saber qué es lo que siento, agradable o desagradable. Dónde lo siento, en qué zona del cuerpo lo percibo más claramente. Qué intensidad tiene, del uno al diez, siendo uno sutil, y diez intenso. Y por último, cómo lo etiqueto, miedo, rabia, tristeza, impotencia, frustración, etc.
Y una vez más, la buena noticia es que, con sólo practicar el primer paso, podemos llegar a saber si lo que nos indica nuestra “otra opinión”, nos conviene o nos perjudica, sólo siente si tu sensación es agradable o desagradable. Donde agradable significa “vas bien”, y desagradable “olvídate de ello”. Ánimo y que disfrutes de tu práctica… 😉
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia