El Amor tiene muchas definiciones, pero la que proviene del budismo es para mi una de las más acertadas, y seguro que ya la conoces. Dice que amar es desear lo mejor para una persona sin esperar nada a cambio; ya que de lo contrario sería interés personal. Por supuesto esto también incluye a animales, plantas, cosas y a nosotros mismos. Es muy simple, y como todo lo sencillo nos cuesta bastante llevarlo a la práctica. Un buen ejemplo es el Amor que una madre puede sentir hacia su hijo, al menos en la mayoría de los casos.
Piénsalo, desde esta perspectiva del Amor ¿cuantas veces has hecho algo genuinamente amoroso? Entregar algo sin dar por hecho que vas a recibir algo en su lugar. Por supuesto que visto de este modo, parece mucho más fácil sentir Amor por el vecino, el amigo o el compañero de trabajo, sin embargo, el verdadero crecimiento personal se produce cuando eres capaz de llevarlo a todas partes, a todas las personas y, especialmente a las más cercanas. Imagina cuantos enfados nos podemos ahorrar actuando sin esperar nada a cambio, sin exigir a las personas que se comporten como nosotros esperamos que lo hagan…
Donde mejor podemos comprender esto último, es en las relaciones de pareja, base de la familia y de una sociedad equilibrada. Y también es aquí donde nos duele darnos cuenta de que, a menudo, ni amamos ni nos aman. Que casi todo se reduce a una serie de intereses compartidos; suena fuerte, pero es que a veces la verdad ofende. Pregúntate cuantas veces actúas para que tu pareja esté contenta sin esperar nada a cambio. O qué cosas hace ella por ti por el simple hecho de verte bien. Si tu pareja está feliz, es muy probable que tú también lo estés, pero cuando este hecho se produce sólo de manera aislada…
Es bueno saber cuando retirarse de una relación. Si vives como un pequeño o gran sacrificio algunas de las situaciones que se dan con tu pareja, y aún así ella no termina de estar feliz, es señal inequívoca de que los caminos se están separando, de que ha llegado el momento de emprender un gran cambio. De lo contrario el Amor se convierte en mercenario de intereses propios, sean estos emocionales, familiares o económicos.
El Amor que construye una verdadera familia, es el que desea lo mejor para el otro sin sacrificar el bienestar propio. Cuando se te exige más de lo que estás capacitado para dar, o si lo que te ofrecen tiene un alto precio que pagar, ese es un amor mercenario. Si ya estás en una relación así, inicia al menos una acción de cambio cuya mejor aliada sea la comunicación sincera. Y si no te funciona, ármate de valor y Amor propio para dejar atrás los apegos, con la seguridad de que una vez seas libre, podrás volver a amar a esa persona de la única forma que todas las partes ganan, sin esperar nada a cambio.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia