Dudar es tan humano como tener sentimientos; y es que la duda es nieta de la inseguridad, y esta a su vez, hija del miedo. Luego es el temor a equivocarnos lo que nos frena y hace sufrir. La duda se disipa cuando tienes un objetivo claro y la determinación para conseguirlo a pesar de todo y de todos; el miedo se desvanece en la luz que nos enfoca hacia el camino correcto.
Cuando tienes dudas se genera una inquietud en todo el cuerpo, es su forma de decirte que no estás siendo claro a la hora de expresar qué es lo que quieres hacer, como cuando a un coche no le aciertas a engranar la marcha adecuada y chirría. Entonces comienzas a pensar de forma confusa, y es cuando el nerviosismo, la ansiedad o la desesperación se hacen patentes.
La planificación es el antídoto de la preocupación, del mismo modo, sentarnos a pensar cuál es nuestra mejor opción es clave, pero ¿cuántos lo hacemos? Perdemos mucho tiempo y energía en dar vueltas a lo que sería mejor para nosotros por el miedo a equivocarnos y fracasar, sin embargo, cada segundo que evitamos tomar la decisión es un fracaso en sí mismo.
“Una mente atormentada por la duda no puede encarar el camino del éxito.” Arthur Golden
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia