Cuando no me Gusto

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Todos tenemos nuestras preferencias, hay personas que nos gustan más y otras que nos gustan menos. Sin embargo, y aunque parezca algo extraño, lo cierto es que tanto una cosa como la otra son producto de una ilusión mental. Por ejemplo ¿has pensado cómo ha cambiado tu pensamiento a lo largo de los años? O ¿la forma en la que te relacionas con los demás? Todos los cambios se producen primero en nuestro interior, y más adelante, van surgiendo como nuevas formas de pensamiento, actitudes y conductas.

Sin embargo, sabemos que no a todos nos gusta lo mismo, y eso depende de varios factores, de la educación que hayamos recibido, de los paradigmas familiares y sociales en los que crecimos, de creencias propias o ajenas, y finalmente de nuestros hábitos y costumbres, lo que llamamos pensamiento común. Es curioso que uno de los principios de correspondencia sea: “Cómo es adentro es afuera”, lo que representa a la perfección la realidad objetiva que a muchos les cuesta entender.

¿Sabías que cuando nos miramos al espejo casi nunca nos vemos de verdad? Vamos con tanta prisa, que lo único que observamos es un reflejo automático, una impronta emocional que expresa nuestro sentir sobre nosotros mismos. De hecho, cuando te sientes bien y te das el tiempo para mirarte, suele gustarte lo que ves. Pero ¿qué pasa cuando te ves y no te gustas? La respuesta es obvia, que no te sientes bien. ¿Y esto qué significa? Pues que tu estado emocional modifica lo que ves, distorsionando incluso tu propia autoimagen.

Si el cerebro es capaz de generar una imagen diferente de nosotros mismos según nuestro estado de ánimo ¿pasará lo mismo con la impresión que tenemos de los demás? Por supuesto que sí, y a dicha impresión mental la llamamos “impronta”. Que por decirlo así, actúa como un filtro que modifica la realidad de lo que vemos a través de su entramado emocional. Además, hay muchos tipos de improntas, tantos como personas. Y en realidad son bastante útiles para nuestro desempeño diario, y de hecho, le damos bastante uso.

Digamos que las improntas funcionan como programas automáticos de conducta. Por ejemplo “si hablo con mi jefe me comporto de un modo, si hablo con mi mujer de otro”, lo cual me facilita el proceso de relación con los demás, pero sobre todo, conmigo mismo. Es más, tenemos una forma muy definida de tratarnos a nosotros mismos, la cual está totalmente asociada a la manera en la que nos hablamos internamente…

Así pues, esta es la clave de todo, la manera en la que te hablas modifica tu propia impronta y autoimagen. Y como ya sabes, “Como es adentro es afuera”, y según te sientas contigo, así percibirás al mundo que te rodea. Luego si quieres gestionar adecuadamente tu felicidad, observar tu diálogo interno y estado emocional, debe ser siempre tu primer paso…

Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia

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