Desde pequeños nos dicen que hay cosas que están mal y otras que están bien, casualmente, unas y otras van en línea a lo que nuestros padres o cuidadores creen que es mejor para nosotros, pero sobre todo para ellos. De este modo, nos programan para diferenciar lo bueno de lo malo, y a su vez, perpetuamos lo que les enseñaron a ellos.
Cuando crecemos, tenemos la opción de cambiar esas creencias basadas en una programación precoz y en paradigmas comunes a nuestra familia y entorno cercano, pero rara vez tomamos la decisión de realizar verdaderos cambios, sobre todo porque requieren de cierta dedicación, tiempo y esfuerzo, y la pereza es tan cómoda…
Si no te haces consciente del daño que la dicotomía entre bueno y malo te produce, seguirás en la cultura del miedo y el temor a no ser reconocido, como cuando eras niño. Esto produce culpa, y si te sientes culpable de algo eres merecedor de castigo, por eso es común padecer casi siempre algún dolor o molestia, es la forma que tiene nuestro cuerpo de decirnos que hemos hecho algo mal, o al menos así lo cree nuestra mente.
“No existe nada completamente equivocado en el mundo. Hasta un reloj parado consigue estar en lo cierto dos veces por día…” Paulo Coelho
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia