En la vida, no todo ocurre como nos gustaría. Existen situaciones que experimentamos como desagradables y que, por supuesto, preferiríamos evitar. Sin embargo dichas situaciones son necesarias, ya que los momentos de intenso dolor ocultan una mayor probabilidad de comprensión y aprendizaje. El despertar de nuestra sombra y todo el malestar que sentimos en esos momentos, nos desvelan mucha más información sobre nosotros mismos, que la mayoría de meditaciones y dinámicas que podamos practicar. Así pues, esas situaciones que interpretamos como desagradables y que nos pueden llegar a doler profundamente, son necesarias para conocernos mejor, además de estar asociadas con las más importantes lecciones de vida que cada uno de nosotros podemos aprender.
A menudo, cuando nos encontramos mal, sentimos la tentación de culpar a otros, de proyectar nuestro miedo y frustración hacia los demás. Culpamos a la mala suerte, a Dios y a la propia vida, y esa es la primera lección que tenemos que aprender, la primera verdad para quién desee transitar el dichoso camino del autoconocimiento. Y es que, si te sientes mal es por ti, y si te sientes bien, también es por ti. Las circunstancias externas son inocuas por sí mismas, requieren de un interprete, de alguien que las compare y valore de un modo u otro. Nada tiene un valor intrínseco por sí mismo, sólo nosotros, a través de la observación de los hechos, tenemos el poder de darle un sentido a las personas, cosas, situaciones y circunstancias. La buena noticia es que podemos practicar el valorar las cosas de una forma menos agresiva, y más amable.
Si elijo pensar que todas las personas son maravillosas, a pesar de que sus actos no siempre me convengan personalmente, me sentiré más dichoso. Si elijo pensar que “de todo lo que pasa siempre es lo mejor”, me sentiré más tranquilo, entendiendo más rápida y fácilmente qué me está queriendo decir la vida. Cuando elijo pensar que “todo es interno”, y que solo yo tengo el poder de modificar el sentido que le doy a la conducta de otros, y a las situaciones que acontecen, entonces puedo decir que he aprendido a surfear por la vida. Puedo darme cuenta de que soy el único responsable de mi realidad interna, la única sobre la que puedo influir, y también la única que me puede hacer verdaderamente feliz.
Así que hoy, a pesar de todo lo que está pasando, sigo estando convencido de que somos maravillosos, y lo somos siempre que ofrecemos nuestra mejor versión, cuando estamos contentos, nos amamos y respetamos a nosotros mismos. Somos maravillosos cuando nos sentimos seguros y confiados, cuando ponemos en marcha todo nuestro potencial a través de la fuerza de voluntad y los recursos de que disponemos; y también cuando nos sentimos orgullosos de nuestras fortalezas, admitiendo humildemente nuestras debilidades.
Somos maravillosos cuando estamos enamorados y lo damos todo por el otro sin esperar nada a cambio, cuando compartimos y colaboramos con los demás voluntariamente, o cuando ayudamos a otros sin pensar en las consecuencias o en el qué dirán… Somos maravillosos cuando comenzamos a hacer las cosas bien de forma consciente, cuando movilizamos toda nuestra energía en pos de algo más grande que nosotros mismos y, en definitiva en todas las situaciones que, simplemente, nos lo proponemos…
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia