Y de repente, un día como otro cualquiera, pero como todos especial, me sentí agobiado ante la sensación de llevar varias semanas sin cambios aparentes. Era la típica percepción desagradable y generalizada, acompañada por la idea de que a nivel personal y laboral me estaba estancado… Tras ese primer malestar y correspondiente queja interna, decidí detener por un momento mis agitados pensamientos meditando unos minutos, y a continuación, comencé a cuestionarme a mí mismo…
Y me pregunté… ¿Qué me está bloqueando? ¿Por qué tengo la sensación de no avanzar? Si no tengo problemas graves ¿cuál es la razón de mi malestar? Y conforme surgían las respuestas, apareció ese rayo de luz al que llamamos conciencia. Y fue entonces cuando me di cuenta de lo fáciles que, en realidad, son las cosas. Que si me estancaba, era por esperar a que se cumplieran mis propias expectativas. Por dar por hecho que las personas y circunstancias tenían que ser como a mi me gustaría. También me di cuenta de un decreto limitante que había formulado, y que decía: “Hasta que las circunstancias no se den de la forma que he proyectado, no seguiré avanzando…” Y así fue como empecé a entenderlo todo…
Las expectativas nos producen dolor nada más generarlas. Cuando proyectamos nuestros miedos hacia una situación futura, por ejemplo cuando una madre piensa que a su hijo le ha podido pasar algo al llegar tarde a casa… Y también nos hacen sentir mal cuando no se cumplen tal cual las habíamos imaginado, por ejemplo cuando alguien espera a tomar una decisión hasta que las circunstancias son las “apropiadas”, las que él mismo imaginó. Sin saber a ciencia cierta si las cosas se van a dar exactamente de ese modo o no.
Cuando queremos conseguir algo, el primer paso es planificar cómo nos gustaría que fueran las cosas, y eso no es negativo en sí mismo. El conflicto viene determinado cuando nos apegamos a la expectativa, creyendo que las cosas se tienen que dar exactamente igual que las hemos proyectado, y si no, las descartamos. Lo cierto es que hay muchos caminos para llegar a la misma meta, otra cosa es que a nosotros nos sirvan o no. Así pues, ser flexible y tener una actitud abierta hacia como vamos a lograr nuestros objetivos, nos da muchas más opciones de alcanzarlos.
“En cada momento tenemos más posibilidades disponibles de las que nos damos cuenta.” Thich Nhat Hanh
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia