Estos últimos días han sido muy intensos en la ciudad donde resido, se ha registrado una enorme ola de solidaridad en torno a la desaparición y fallecimiento de un niño de tan sólo 8 años. Su nombre era Gabriel, era un amante de la vida submarina, y le encantaba dibujar peces. De ahí que le empezáramos a llamar cariñosamente, el “pescaíto”.
Cientos de personas, entre profesionales y voluntarios, se organizaron para encontrar al pequeño durante días, sin resultado. Incluso se fletaron autobuses desde distintos puntos de la provincia y el país, para que todos los interesados pudieran participar en las labores de búsqueda. Hace pocos días, la ciudad se paró por la celebración de una concentración pacífica para acompañar y dar ánimos a los padres del niño en un acto emocionante.
Durante los días de búsqueda, la madre hizo un llamamiento para que la gente dibujase peces, el objetivo era mantener la esperanza de encontrar con vida al pequeño Gabriel y, en caso de que apareciese, pudiera disfrutar con las representaciones de estos pequeños animales que tanto le gustaban. El resultado fue espectacular, se realizaron miles de dibujos que acabaron expuestos en muchas calles, balcones, comercios y redes sociales del país.
Una vez encontrado el cuerpo, se habilitó un lugar público en el centro de la ciudad para que todo el mundo pudiera dar su último adiós al “pescaíto«. La respuesta fue multitudinaria, miles de personas hicieron cola durante horas para despedirse de Gabriel. Una demostración más de que cuando queremos, podemos…
Por desgracia, una vez encontrado el cuerpo, algunas personas empezaron a descalificar a la presunta responsable, profiriéndole insultos, descalificaciones y el peor de los deseos hacia un ser humano, la tortura y una agónica muerte. Incluso se produjo un intento de linchamiento popular. A todas esas personas, decirles que lamento profundamente la muerte del pequeño Gabriel, pero más aún, que se conecten con esos deseos tan dolorosos. Y es que no saben que los sentimientos agradables o desagradables, van de dentro hacia fuera, así pues, lo que deseas para tu prójimo, inevitablemente te lo estás deseando a ti.
Podemos imaginar un sentimiento, como la onda que se produce cuando tiramos una piedra a una balsa de agua, entonces aparecen ondas excéntricas que se van alejando y debilitando conforme se alejan de su origen. Del mismo modo, cada vez que tenemos un sentimiento desagradable hacia alguien, este fluye desde nuestro interior hacia esa persona, y si le llega, lo hará de forma debilitada, porque el verdadero impacto se ha producido en el origen, en el que tira la piedra.
Mis más sinceras condolencias para la familia de Gabriel y todas las personas que se han implicado activamente en su búsqueda. Y por supuesto, gratitud eterna para nuestro “pescaíto”. “Con tu partida has logrado lo que muchos intentaron sin éxito”. En memoria de Gabriel Cruz Ramírez.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia