¿Cuántas veces has molestado a alguien, sin entender muy bien su reacción ni la posterior explicación que, supuestamente, justifica su enfado? Posiblemente te hayas cuestionado en multitud de ocasiones si otra persona obtendría el mismo resultado, con tu interlocutor, en un contexto diferente o realizando la misma acción… ¿Frustrante? Sólo si lo juzgas como tal.
Estas situaciones son muy habituales y, sin embargo, difíciles de evitar. Lo ideal sería preguntarse “Cómo” lo hemos dicho o hecho y “Cual” ha sido la intención detrás del mensaje o acción realizada. Así, podemos llegar a tomar conciencia y asumir la responsabilidad de lo ocurrido, con objeto de evitarlo en el futuro.
Cuando esto no funciona, lo más fácil es evitar el juicio, es decir, entender que la otra persona no se molesta con tus palabras o actos, si no con la interpretación que hace de las mismas, lo cual depende de sus experiencias pasadas y de su actual estado emocional. Recuerda, “Cuando te enfadas, nunca es por lo que crees…”
“La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.” (Proverbios 15:1)
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia