Cuando entramos en contacto con la naturaleza, con sus paisajes y múltiples expresiones de fauna y flora, nos sorprendemos por su gran versatilidad, belleza y capacidad de adaptación. Y si además somos capaces de mirarla de la forma adecuada, también nos podemos dar cuenta de las profundas lecciones de andona a sí misma; al contrario, su prioridad es procurarse alimento y bienestar, por encima de cualquier otra cosa, dando un perfecto ejemplo de vida a quien sepa apreciarlo.
Al igual que nosotros, los humanos, sus semillas transmiten la información y experiencia más allá de su propia existencia, para que esta les sea de ayuda a otros en el futuro. No atiende al tiempo, ni se compara, expresando lo mejor de sí misma en todo momento, más allá de las circunstancias externas. Respeta todos los ciclos y comprende que resistirse es inútil, apenas una pérdida de energía de la que nadie saca provecho. Sólo recoge lo que necesita, de lo que tiene cerca, y no ansía más de lo que puede obtener por derecho.
La naturaleza no se aferra a nada, pues sabe que nada le pertenece, que nada es lo que parece y que todo puede cambiar en cualquier momento. De esta forma vive tranquila y deja vivir, dándolo todo sin esperar nada a cambio, sin reproches, condiciones o segundas intenciones. Reconoce que forma parte de algo más grande que ella misma, que sirve a un gran propósito y que simplemente por existir, independientemente de con qué forma, ya tiene todo lo que necesita para Ser dichosa y feliz, aquí y ahora.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia