Tenemos la tendencia de pensar que es a nosotros a quienes nos ocurren las cosas, pero eso no es lo que sucede, nosotros sólo estamos allí, como una pieza más del tablero de juego. La realidad es que recogemos la información que nos muestran nuestros sentidos y la hacemos nuestra, interpretando internamente los acontecimientos y otorgándoles nuestro propio valor. Seguro que alguna vez has experimentado esto como observador, por ejemplo cuando dos personas diferentes te han contado la misma situación de una forma completamente distinta…
Llevamos las circunstancias externas a nuestro mundo interior y las juzgamos en función de nuestras creencias, experiencias previas y del estado emocional en el que nos encontramos en ese instante. Es en ese momento cuando nuestro sistema mental basado en juicios, construye, reescribiendo nuestro propio guión de lo sucedido, e incluso añadiendo y omitiendo aquello que más nos cuadra o interesa en cada momento. Eso sí, casi siempre que lo hacemos es de forma no-consciente, un automatismo.
Yo, por mi parte, hace mucho que doy por supuesto que nada de lo que nos pasa es casual, más bien hablaría de causalidad, esa relación entre causa y efecto que se produce en función de cómo pensamos y actuamos. Todo tiene una razón de ser, un mensaje oculto del cual aprender; y lo mejor es que se puede descubrir, sólo tienes que abrir tu mente a la experiencia tal y como se desarrolló, sin juicios. Hacerlo es fácil, escribe literalmente lo que ocurrió, y luego vuelve a leerlo para asegurarte de no haber usado adjetivos en tu descripción, los adjetivos siempre son interpretaciones subjetivas.
Eso sí, el “para qué” de lo que vivimos está relacionado con una situación por la que necesitábamos pasar, especialmente cuando dicha situación sea digna de mención, como un accidente, una caída, quemaduras, mordernos la lengua, cortarnos, golpearse o resbalarse. A todos nos ha pasado alguna de estas cosas en algún momento, pero rara vez sabemos leer entre líneas para descubrir cual es la enseñanza que esconden, te invito encontrarlas.
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia