Ser responsables de nuestros actos y practicar una actitud de mejora constante son valores muy recomendables para tener una vida plena. Sin embargo, llevarlos al extremo, los puede transformar en híper-responsabilidad y perfeccionismo, lo que nos puede llevar a querer tener el control de todo lo que ocurre y, por lo tanto, a volvernos personas controladoras.
El control es una ilusión mental basada en el miedo, puedes comprobarlo fácilmente si le cambias los planes a una persona controladora a última hora, es probable que se ofusque, se ponga nerviosa y acabe enfadándose. En el fondo no hay nada que se pueda controlar, nunca sabes lo que va a ocurrir, sólo puedes suponer situaciones probables; si lo haces, una recomendación, no te apegues a ellas.
Planificar tu fin de semana, tus vacaciones o tu vida en general está bien, pero una cosa es saber qué y como se quiere y otra muy distinta darlo por hecho. Además, ser controlador tiene efectos secundarios graves, es motivo de cuando crees haber perdido el control que nunca tuviste. Pero lo peor de todo con diferencia, es que casi nunca te deja fluir, y eso es como estar muerto en vida.
“Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Guillermo Arriaga Jordán
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia