Muchos piensan que experimentamos la realidad tal y como es, es decir, que lo que nos contamos a nosotros mismos y a los demás sobre una experiencia específica es lo que ocurre en realidad. Sin embargo, eso está muy lejos de lo que llamamos “realidad objetiva”. Lo cierto es que sólo percibimos una pequeña parte de todo lo que sucede en un momento dado, ya que nuestro cerebro filtra la información hasta un nivel sorprendente.
Para que te hagas una idea, de toda la información disponible en cualquier situación que estés viviendo, tu cerebro te muestra menos del uno por ciento del total. Así te puedes hacer una idea de cuantos datos estás pasando por alto. Y si hay tanta información que nos estamos perdiendo ¿cómo podemos estar seguros que lo que interpretamos es la verdad?
Piénsalo, dos personas que han vivido una misma situación, a menudo la interpretan de forma muy diferente, aún siendo la misma experiencia. Esto me recuerda a la fantástica y conocida frase: “Nada es lo que parece”. Los que utilizamos Emoconciencia u otras técnicas similares, hemos observado infinidad de veces como eliminar las emociones que se sienten al contar una experiencia, hace que esta varíe sustancialmente, a veces derivando en interpretaciones absolutamente distintas. Veamos un ejemplo real sobre esto:
“María sufría ataques de ansiedad desde hacía años. Cuando comencé a trabajar con ella, apareció en su pantalla mental una situación de hacía unos cinco años en la que tuvo un conflicto en el trabajo; al tener que cuidar a un familiar enfermo, no pudo terminar a tiempo un dossier que su jefa le había pedido para una fecha concreta. Su excesiva responsabilidad le hizo sentirse muy culpable, y sintió que había fallado en la labor encomendada, aunque su jefa jamás le había recriminado nada. Siguiendo el curso natural del sentimiento hacia el pasado, apareció otra escena en la que tampoco pudo lograr algo que su madre le había pedido cuando tenía tan sólo 8 años. Al eliminar esta última emoción, con treinta años de antigüedad, no sólo desapareció la ansiedad que arrastraba, sino que además dejó de darle importancia a la situación con su jefa, volviendo a disfrutar de su trabajo.”
A menudo escuchamos que nuestro pasado nos persigue, y que siempre nos acaba encontrando. Y lo cierto es que estoy de acuerdo, sin embargo también pienso que es lo mejor que nos puede pasar, de lo contrario nunca resolveríamos aquellas situaciones inconclusas que no logramos entender en su momento, bien por falta de experiencia o por ser aún demasiado pequeños para asumir aquella experiencia que pretendía enseñarnos un recurso importante para nuestras vidas.
Conocer y entender esto tiene innumerables ventajas. Para empezar comienzas a dejar de darle importancia a muchas de las cosas que antes temías, y por supuesto, a tomarte las cosas con más calma y madurez, disfrutando del camino, que si lo piensas es lo único que importa…
Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia