Cuando Todos Ganamos

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En el mundo de los negocios existe una regla muy sencilla y eficaz, que es la de “Ganar-Ganar”, cuya idea es establecer buenas relaciones entre socios, proveedores y clientes. Si creas un ecosistema equilibrado para todas las partes, es lógico pensar que tendrás más opciones de obtener un negocio exitoso, lo que podríamos denominar como “la armonía del dinero”. Un sistema en el que todo el mundo está contento cumpliendo sus funciones, que al fin y al cabo es de lo que se trata. O dicho de otra manera, cuidar de los otros sin olvidarnos de nosotros mismos.

Esta regla asociada al mundo de los negocios y la empresa, puede sernos también de gran utilidad en el mundo de las relaciones personales. Los humanos somos seres interdependientes, lo que nos atrae u obliga a ayudar a otros de forma más o menos persistente. Por otro lado, hay mucha gente con necesidad de personas a las que ayudar, y muchas personas con necesidad de gente que les ayude. Son seres que vibran en una frecuencia muy parecida, y que por tanto, tienden a atraerse y complementarse.

Ayudar a otros es genial, sin embargo, cuando se hace desde la propia necesidad del que ayuda, ya es otra cosa. Si te sientes en la obligación de ayudar a todo el mundo, no soportas las injusticias, o te cuesta decir “No” a toda una legión de aprovechados que piden favores sin pensar en ti, ¡cuidado! tienes un gran conflicto. Y quizá no te hayas dado cuenta hasta ahora, sin embargo las señales suelen ser claras: pérdida de energía, nerviosismo, cansancio, malestar general, ansiedad, mal humor o victimismo son sólo algunos de los síntomas que el cuerpo nos puede hacer sentir.

¿Recuerdas la frase “Les das la mano y te cogen el brazo”? Es un gran símil de lo que puede ocurrirnos si no estamos atentos. Sin embargo, no es un problema exclusivo del que abusa de los favores ajenos, como puede parecer; aquí las responsabilidades también son compartidas. Nos puede ocurrir en un sentido u otro como consecuencia de una falta de conciencia emocional, los primeros no tienen conciencia de su imperiosa necesidad de ayudar, y los segundos no son conscientes del esfuerzo que supone ser ayudados.

La solución es bien sencilla, sólo hay que tener presente la regla con la que iniciábamos este artículo, “Ganar-Ganar”. De este modo, si pides ayuda asegúrate de apreciar y compensar adecuadamente el trabajo solicitado, aunque no te lo pidan. Y si decides ayudar, asegúrate de hacerlo desde el bienestar y el respeto por tu salud; ya que esa es la única condición del verdadero y buen samaritano.

Texto original de Miguel Ángel Pérez Ibarra para Emoconciencia


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